Universal y DreamWorks se suben a la ola del live action con una de sus joyas más queridas: Cómo entrenar a tu dragón. Y lo hacen con una propuesta que, aunque visualmente resulta deslumbrante en más de un momento, juega sobre seguro repitiendo casi escena por escena la película animada original. ¿Es eso suficiente para emocionar al espectador actual? Vamos a analizarlo.
Una historia que ya conocemos… demasiado bien
Lo primero que salta a la vista en esta versión en acción real es su fidelidad absoluta al material original. La película dirigida por Dean DeBlois (que vuelve a encargarse del proyecto) es prácticamente un calco de la cinta de animación de 2010. Mismos diálogos, mismos planos icónicos, mismos arcos narrativos. Para los fans más acérrimos esto puede ser un viaje nostálgico muy disfrutable, pero para quienes esperaban un enfoque fresco o alguna reinvención creativa, la propuesta puede resultar algo plana.
No hay sorpresas. Si has visto la versión animada, sabes exactamente qué va a pasar y cuándo. Eso le resta tensión, emoción y, en cierta medida, sentido a una nueva adaptación. ¿Para qué rehacer algo si no vas a aportar nada distinto?
Actuaciones correctas sin grandes destellos
El reparto cumple con solvencia. El joven protagonista, que encarna a Hipo (Hiccup), logra transmitir cierta ternura e inseguridad al inicio, y la evolución del personaje se mantiene fiel a la del original. Astrid, estoica y valiente, también tiene su momento, aunque el guion no le permite mucho desarrollo nuevo.
Los adultos vikingos, encabezados por Estoico el Vasto, imponen físicamente, pero tampoco destacan más allá de lo ya visto. En general, las interpretaciones son decentes y funcionales, aunque ninguno de los actores parece tener libertad para salirse del molde preestablecido por sus contrapartes animadas.

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Visualmente impresionante (a ratos)
Donde sí se notan los millones invertidos es en el apartado visual. Los dragones lucen espectaculares, especialmente Desdentao (Toothless), que logra una expresividad y presencia notables gracias a unos efectos visuales cuidados al detalle. Las secuencias de vuelo son dinámicas y vertiginosas, y el diseño del poblado vikingo está muy bien logrado.
Además, la banda sonora es un espectáculo en sí misma, con una composición que acompaña perfectamente la emoción y la aventura, elevando cada escena clave y manteniendo viva la conexión con la épica y la ternura de la historia original.
Sin embargo, no todo es perfecto. Algunas escenas con fondos generados por ordenador cantan más de la cuenta, y en momentos puntuales el CGI se siente algo frío o artificial. Aun así, es indudable que la película ofrece momentos visuales muy potentes que funcionan especialmente bien en pantalla grande.
¿Una nueva franquicia en camino?
Con esta primera entrega, Universal parece estar tanteando el terreno. Si la película funciona bien en taquilla (y tiene toda la pinta de que así será, al menos en su primer fin de semana), lo más probable es que se lancen con la adaptación de las dos secuelas restantes. Y con el mismo director al mando, no sería raro que continuaran el patrón de copiar plano a plano las entregas animadas.
Veredicto final
El live action de Cómo entrenar a tu dragón es un producto técnicamente sólido, con un apartado visual notable y un respeto casi reverencial al original. Pero esa misma fidelidad es su mayor debilidad: no hay riesgo, ni novedad, ni alma propia. Es una copia bien hecha, sí, pero copia al fin y al cabo.